Cruzabamos el limite en silencio, dejando atras una provincia que nos habia vuelto mas fuertes, mas humildes pero sobre todo mas nosotros, y entrabamos a Chubut curiosos y agudizando la persepcion atentos al minimo cambio en el paisaje, en el clima dispuestos a sentir todo lo que tenia para enseñarnos.
El ultimo tiempo en Santa Cruz habia sido de un frio intenso y algunas nevadas, comenzabamos a sentir que el invierno nos venia pisando los talones, pero justo despues entramos a Chubut y todo volvio a cambiar.
Esta nueva provincia nos permitio piernas al aire libre y musculosa, los primeros dias fueron de sol tibio y una quietud que habiamos olvidado, el viento que nos acompaño desde el inicio del viaje habia desaparecido. Pero como en bici nunca nada es gratis a cambio transitabamos 200 km del peor ripio de la historia de los ripios, asi que sin viento con solcito primaveral pero revotando como pelotita de pingpong chamuscada, y aunque realmente no creo que las pelotitas de pingpong chamuscadas revoten, esa era la sensacion sin dudas.
El culpable de esta agoviante situacion era una piedra bola que se extendia a lo largo y ancho de todo el camino, sin dejarnos siquiera una piadosa huellita que nos dejara relajar un rato el cuerpo, que para ese entonces se debatia entre el calambre total y la resignacion.
En Rio Mayo la ruta hacia Gobernador Gregores se divide entre la 22 de asfalto y la 40 de ripio que pasa por Rio Senguer, nosotros respetando nuestro plan original que era recorrer la 40 de sur a norte y dejandonos guiar por los carteles optamos por el ripio y aquel frenesi de revotes sin pausas que duro 5 eternos dias, para luego enterarnos que hace un tiempo habian cambiado la ruta 40 por el asfalto y que la carteleria estaba desactualizada. Cosas que suelen pasar al transitar la 40 ya que por conveniencias politicas, geograficas o desconocidas el recorrido de esta historica ruta nacional se ve modificado continuamente.
Despues de Gobernador Gregores el viento decidio que ya nos habiamos tomado el descanso necesario y aparecio renovado y en actitud desafiante a lo cual respondimos acostumbrados y dosiles, sin hacernos demasiado problema, despacito , despacito, pero perseverantes llegamos a Esquel justo cuando las nubes querian mojar.
Despues de Esquel el viaje se volvio arboles frutales, bosquesitos de cuento y placer. El otoño se hacia notar y nosotros pedaleabamos felices entre ojitas secas y toda la gama de colores posibles e imposibles.
A lo largo de los kilometros las provincias y geografia se iban modificando , pero habia algo que las mantenia unidas, que las hacia una y que era la increible hospitalidad de su gente. En cada pueblo, ciudad o ranchito siempre estaban ellos, sus habitantes, para hacernos sentir en casa.